martes, 26 de enero de 2010

EL HOMBRE QUE SUPO CALLAR

Eduardo Galeano

Juan Rulfo dijo lo que tenía que decir en pocas páginas, puro hueso y carne sin grasa, y después guardó silencio.
En 1974, en Buenos Aires, Rulfo me dijo que no tenía tiempo para escribir como quería, por el mucho trabajo que le daba su empleo en la administración pública. Para tener tiempo necesitaba una licencia y la licencia había que pedírsela a los médicos. Y uno no puede, me explicó Rulfo, ir al médico y decirle: "Me siento muy triste", porque por esas cosas no dan licencia los médicos.

Del libro Días y Noches de Amor y de Guerra

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