sábado, 20 de noviembre de 2010

Cuatro poemas de Ana Erre

QUÉ PENA…

Qué pena… tener un mar y no tener arena,
qué pena de amistad desperdiciada
guardada en alacena lo mismo que oro en paño,
y ahora, tras la cena,
mirando a través de la ventana,
me ofreces como postre el fruto de un triste desengaño
que mi corazón cercena.
Qué lástima de amor abandonado
igual que se abandona, putrefacto,
un miembro mutilado.
Qué pena de lágrimas vertidas,
de dolores de garganta
por hacer de dique de emociones contenidas,
por ponerle un tabique a mi boca,
que quiere gritar como una loca
tu nombre, para que esté callada.
Qué lástima pasear a solas con el alma
apaleada por sufrir, ya ves qué pena,
un millón de humillaciones en cadena.
Qué pena… tener horquillas y no tener melena,
qué aflicción más tonta siento al recordarte
cuando echo la vista atrás, al saludarte,
y encuentro, sin buscarlo,
señalado en la página de un libro,
ese tiempo tan perdido que camina de la mano
de toda la energía necrosada
que aún cabe en mi cuerpo adormecido.
¿Qué extraño velo pinta tu mirada
tan distinto del velo que yo luzco?
Pues no vemos nuestra historia igual, deduzco,
a juzgar por tu valiente retirada.
Qué pena… tener escamas sin ser una sirena.
Qué lástima si el castigo que merezco, amando,
es el filo del desdén,
las telarañas del olvido,
el orín que corroe el hierro de una reja,
el hielo que se instala debajo de una teja,
el nudo imposible en la madeja
o el moho que cubre la comida en la bandeja.
Qué pena… si por no morir amando
tienes que matar viviendo
para que vivas sufriendo, mientras,
poco a poco, lo bueno que hay en ti se va muriendo.


A CONCIENCIA

La ciencia se basa en la experiencia, o eso dicen.
El éxito en la paciencia.
La esperanza en la creencia.
La ilusión en la inocencia.
La seducción, a veces, en la elocuencia.
El poder en una imposible y envidiable omnisciencia.
La violencia, no sé si se basa, pero engorda con la violencia.
Los gozos y los placeres vienen de la mano de alguna que otra turgencia.
La locura, en mi caso, asienta sus reales posaderas en la reminiscencia.
El infortunio se digiere mejor desde la inconsciencia.
Si se va suelto de vientre, lo que conviene es la astringencia.
La hipocresía es hermana de la apariencia y prima de alguna extraña deficiencia.
La histeria se adivina bajo el velo de la bella indiferencia.
La tristeza ofrece como menú un plato a rebosar de inapetencia.
El frío aumenta con la ausencia.
Pero el calor no aumenta con la carencia, es más, se está más frío cuanto más grave es la falencia. Un consejo, si se pone bravo, se disfraza de advertencia.
La mejor vocación del ser humano es aquella que se resuelve con eficiencia.
Que te sientan muerto cuando estás vivo, no es un error clínico, eso es una penitencia.


SOY YO, FULANA DE TAL

Cándida y angelical,
cortante como el metal,
frágil como el cristal,
dura como el pedernal
y tan fina como el coral.
Recatada cual dama virginal,
tremendamente sensual,
arrogante, elegante, señorial,
lisa y llana como puta de arrabal.
Enferma de amor, sentimental,
poca carne y mucho vegetal,
luctuosa cual crespón de un funeral,
soñadora igual que un colegial
y ardiente, con un ímpetu animal.
A ratos, un ser antisocial
que enmudece con silencio sepulcral,
poeta de verso fácil, torrencial,
prolífica, más que un manantial.
Amoral, marginal, intelectual,
prosaica, escéptica, filosofal,
ferviente admiradora de un chaval
de Tudela, de Madrid, de Senegal,
no importa, eso da igual.
Tan pronto etérea y celestial
como la gallina más ramera del corral,
si es contigo, la postura le da igual,
a lo perro, vertical, horizontal
o encima del tálamo nupcial,
la cuestión es ser original,
mostrarse sensible y natural,
dando dos de arena y tres de cal,
con la donosura habitual
que luce a fecha de hoy
ésta que suscribe, ésta que lo es,
siempre tuya hasta el final,
soy yo, Fulana de Tal.


ME ABANDONO AL BORDE DE UN ABISMO

Me abandono al borde de un abismo
y me desplomo.
Me hundo en el fango y cuando creo
que estoy sola y nadie mira,
asomo.
Mientras asomo asumo mi soledad, mi vacío,
y la tristeza de mi mano tomo.
Me das dos de cal y una de arena,
cuando llegas a mí,
aunque no estés eres aquí
y vienes a mí por pena.
Estás sin ser y de ti sólo queda
el eco de tu voz y las pisadas
húmedas y calientes de tus huellas,
ya sé, ya sé que el mundo va al revés.
A tu partida me quedé con ganas
de acariciar tus canas,
esa sola cana que brilla entre el oscuro
de tu pelo igual que una saeta.
Saeta fría y acerada que corta las ideas
y las parte en dos mitades,
una mala y otra buena.
La mala, la que te aleja de mí,
y la buena, la que aviva tu
curiosidad por saber qué
se esconde tras mi puerta.
Cuando no llegas,
aunque estás en mí no eres aquí
y no vienes a mí sino por pena.
Entonces…
me abandono al borde de un abismo
y me desplomo.
Me hundo en el fango y cuando creo
que estoy sola y nadie mira,
asomo.

1 comentario:

poetabululu dijo...

¡Caramba! me veo aquí de pronto, veo mis poemas... qué susto, jajaja... espero que al menos te gusten, como todo en esta vida, suscitan controversia... pero mejor así ¿no?
Saludos